Por Norman Berra

A principios de septiembre de 2016, escribíamos en este blog: «no habría que sorprenderse si la caída de la actividad de 2016 supera el 1,5%, en la medida en que el riesgo de ´kicillofización´ oportunamente planteado para la economía nacional se está confirmando; en 2014, el PBI revisado por la gestión de Jorge Todesca en el Indec arrojó una caída de 2,6%». Como sabemos ahora, ese pronóstico se cumplió: el Producto Bruto Interno (PBI) retrocedió 2,3% durante 2016, por la menor producción industrial y la retracción y caída del consumo. Así, la caída del año pasado implicó una contracción respecto al crecimiento del 2,4% de la actividad en 2015, el último de la gestión presidencial de Cristina Fernández.

Recordemos nuestra premisa analítica de que, por encima de los vaivenes de la coyuntura (corto plazo), los efectos socioeconómicos son los que terminan imponiéndose a mediano y largo plazo en las tendencias de opinión pública (primero preelectorales finalmente electorales), siempre bajo el paradigma de “la comunidad que consume y que vota”. En ese marco, los datos que citamos son relevantes, porque las chances electorales del oficialismo dependen fuertemente de una mejora de la economía; a su vez, esta es altamente dependiente de una mejora del consumo, que a su vez depende de una mejora del salario real. En 2014, la devaluación de Axel Kicillof generó un pass-through a precios (inflación) y el salario real cayó 4,2 puntos. Entre diciembre de 2015 (mes en que asumió la presidencia Mauricio Macri) y marzo de marzo de 2017, el salario real formal (privado y público) cayó en promedio 6,3% respecto a noviembre de 2015: es decir, un bajón mayor que el antecedente recién citado, si bien el período de referencia también es un poco mayor (ver datos arriba; click para agrandar).

CAÍDA DEL SALARIO REAL

Se trata de un mal precedente para el gobierno de Cambiemos: los datos históricos muestran que las caídas del salario real en años anteriores a una elección configuran un escenario preelectoral adverso. En 2008, también había caído el salario real: -3,6%. El 2008 precedió a la elección de medio término del 2009 y el 2014 precedió a la presidencial de 2015. El hecho de que (si bien con matices) ambas resultaran adversas al oficialismo sugiere que efectivamente la caída del salario real tiene consecuencias de opinión pública a largo plazo, aun cuando en los años electorales propiamente dichos el salario real creció: +4,3% en el 2009, y +2,9% en el 2015. En cualquier caso, para enfrentar la elección de medio término con chances medianamente exitosas, hay consenso de que el gobierno necesita una mejora en estos indicadores económicos. Veamos algunas proyecciones: según el relevamiento de expectativas de mercado (REM), el crecimiento podría rondar el 4% para las primarias del 13 de agosto. Este ritmo de expansión es mayor al registrado cuando el oficialismo perdió los comicios de medio término anteriores (2,2%, promedio en 2009 y 2013), pero también inferior a cuando el gobierno de turno ganó las elecciones (5,6% promedio en 2005, 2007, 2011, aunque hay que apuntar que, de esas tres fechas, sólo la de 2005 coincide con una elección de medio término).

A principios de año, entre todos los pronósticos de actividad para 2017, el del consultor Miguel Bein era uno de los más optimistas: 4,2%. Sin embargo, el economista dejaba bien claro que ese pronóstico sólo podía cumplirse si los salarios le ganaban a la inflación por al menos 3 puntos porcentuales: «no hay forma de hacer crecer en el corto plazo una economía como la Argentina sin un rebote en el consumo; para eso los salarios le tienen que ganar a la inflación (…) si la inflación va a cerrar en 21, los salarios como mínimo tienen que cerrar en 24%». Tomando nota de la evolución de la política de ingresos del gobierno, Bein no tardó en rebajar su estimación de crecimiento de la actividad al 3,4% y a ajustar también a la baja su estimación de crecimiento del consumo. En la misma línea, Guillermo Oliveto, especialista en consumo masivo, sostuvo recientemente que la recuperación del consumo para este año estará entre 3 y 3,5%. “Estará ahí, no será ¡pum para arriba!, como en años anteriores”, señaló. Sin embargo, aunque hay algunos brotes verdes en determinados nichos de actividad, los datos muestran que el comportamiento estructural de las variables de consumo y actividad industrial sigue en zona roja. Diversas estimaciones privadas, como la de CCR, reportan una fuerte caída del consumo en febrero (-5,7%), que empeora para el interior del país (-6,3%). Esto implica 13 meses seguidos de baja y hay casos graves, como el consumo de bebidas sin alcohol, que cayó 10,8%. Los datos oficiales reconocen una caída del consumo de alimentos y bebidas del 3,2% para febrero pasado. En tanto, según CAME, la producción industrial de las PyME cayó en el primer trimestre 3,6%.

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Este escenario adverso empeora con el dato de la inflación de marzo: 2,4%, el segundo registro más alto desde octubre luego del 2,5% de febrero pasado. Con esto, la inflación acumulada sólo en el primer trimestre del año ya es de 6,3%, ritmo que implica que para el primer semestre se acumularía una inflación mayor al 12% (el piso fijado en las metas anuales del Banco Central). El techo del 17% tampoco parece sencillo de cumplir: tomando nota de la inercia inflacionaria, las estimaciones privadas están corrigiendo su expectativa a tasas entre el 24% y el 25%. Esto implicaría que tendríamos este año la inflación que el ex ministro Alfonso Prat Gay había prometido para 2016 (24%, contra una real del 40%). Según el economista Diego Dequino, “lo más seguro es que la tasa mensual promedie 1,8. Eso significaría una tasa anual de 24 a 25. Sería un éxito si se crece 2 o 3%. Venimos de caer más de 2 y la inflación fue del 40%”. En este marco, para que se cumpliera el pronóstico de Bein (un crecimiento de la actividad mayor a 3%) los salarios deberían cerrar en torno a los 28 puntos, algo difícil de digerir para el gobierno de Macri. Sin embargo, el escenario alternativo también es indeseable para Cambiemos: que el consumo y la actividad crecieran de manera magra (en torno al 2% que plantea como hipótesis Dequino), implica registros que entran en la zona de riesgo electoral para el gobierno, dado que los oficialismos perdieron los comicios de medio término cuando la actividad sólo creció en torno al 2,2%.

 

Fuente: Clima de Opinión