Por Norman Berra
En el post anterior articulábamos el análisis político-electoral con el de los efectos socioeconómicos de gestión. En ese marco, decíamos que si la dinámica electoral favorece la unificación de la oferta electoral opositora alrededor de una fuerza predominante (UC y aliados), a su turno un contexto de crisis manifiesta podría difuminar la fractura entre electores con ocupación más formal y electores precarizados, contribuyendo también a agrupar a los electores que antes se encontraban dispersos entre la oferta del espacio pan-justicialista y otras expresiones opositoras. Sin embargo, esa tesis plantea la dificultad de estimar la magnitud de crisis en la cual podría expresarse eso con suficiente claridad para generar un cambio en el balance de poder político. Para poner en contexto este análisis, según Cifra (el centro de Flacso y la CTA ajeno a la intervención en el Indec que se dio en el kirchnerismo) al asumir la presidencia Mauricio Macri a fines del 2015 la pobreza por ingresos ascendía a 19,4% y la indigencia al 4,4%. Es decir, el kirchnerismo habría dejado entre un 19% y un 20% de pobres estructurales, según esos indicadores.

Se impone la siguiente pregunta: ¿cuál fue la herencia K? En otros términos, ¿el kirchnerismo dejó más o menos pobres de los que recibió? Veamos aproximaciones para responder este interrogante: en el informe de CEDLAS sobre “Las asignaciones universales por hijo. Impacto, discusión y alternativas”, (firmado por Leonardo Gasparini y Guillermo Cruces) se estimó una pobreza del orden del 20% en 2009, 30 puntos menos que en 2001 (año del estallido final de la convertibilidad). Si usáramos como referencia el NSE vigente por entonces en la Asociación Argentina de Marketing (AAM) y aplicáramos idéntico criterio al que venimos proponiendo, que considera como pobreza estructural a la sumatoria de las clases baja inferior y marginal, tendríamos que en 2002 (año previo a la asunción presidencial de Néstor Kirchner) la clase baja inferior alcanzaba 20% y la marginal 20%: esto es, una pobreza estructural medida por clases sociales del 40%.

En 2014, con la metodología actualizada, la sumatoria de ambas clases llegaba al 13,4%; a fines de 2015, sobre el cierre del segundo mandato de CFK y sobre la base de la misma metodología de la AAM, desde Delfos estimamos una sumatoria de 19% para ambos estratos. Es decir, aun con el matiz de las limitaciones de empalme metodológico (la forma de calcular el NSE tuvo cambios entre el 2002 y las actualizaciones de 2006 y 2014), estaría fuera de discusión que la pobreza bajó durante el kirchnerismo, ya sea que la estimación sea del 50% al 20% (una baja de 30 puntos porcentuales) o del 40% al 20% (-20 pp).

A lo largo de la década K, entonces, se produjo una movilidad social ascendente, con crecimiento de la clase media del 25,3% al 30,8% entre 2004 y 2014 y baja de las clases pobres estructurales (la sumatoria de D2 y E pasó del 21% en 2004 al 13,4% en 2014; ver datos arriba, click para agrandar). Aun considerando el dato de 19% de Delfos a cierre del 2015, lo que se advierte es una mejora relativa de la situación de punta a punta del ciclo K, si bien con un estancamiento al cierre (comparar la serie de arriba con la de abajo; click para agrandar). En síntesis, los efectos socioeconómicos del kirchnerismo a mediano y largo plazo fueron beneficiosos, y si seguimos la premisa analítica del consultor Carlos Fara ellos contribuirían a explicar la larga estadía en el poder del FPV.

Fuente: Clima de Opinión