Por Norman Berra
Cerrábamos el penúltimo post marcando que, de cara al reordenamiento del espacio opositor, había que desterrar el mito de que CFK no puede (o peor aún, «no debe») ser candidata porque “polariza” las opiniones, planteando que precisamente eso es lo que tiene que hacer un candidato opositor: polarizar. Quien polariza capitaliza los consensos negativos del rival y se constituye como alternativa (es lo que Macri hizo exitosamente y lo que le permitió capitalizar el antikirchnerismo para pasar al ballotage del 2015, y es lo que le permitió a CFK ser la candidata opositora más votada en las legislativas del 2017, muy por encima de los candidatos y fuerzas “opo-oficialistas”. En tanto, quienes no polarizaron en 2017 quedaron tanto lejos del oficialismo como de la principal fuerza opositora (Unidad Ciudadana) en rendimiento electoral. Además, eso tampoco rinde en imagen, como vimos en aquel post (Massa no sólo quedó tercero detrás de Cambiemos y de CFK, sino que además tiene hoy menos positiva que la ex presidenta y prácticamente el mismo caudal de negativa. “Pretender que el reordenamiento del espacio pan-justicialista debe hacerse a espaldas de la principal dirigente opositora a nivel país es un error estratégico de fuste”, decíamos en esa entrada. Recordemos: el agregado de datos electorales del 2017 arrojó que Unidad Ciudadana y sus aliados recogieron 6.3250.81 votos en el total nacional, contra 11.072.697 de Cambiemos, 1.452.502 de 1País y 2.021.735 del peronismo no K, lo cual confirma claramente cuál es la principal fuerza de oposición por la que se inclinaron los electores.

En la misma línea, en enero pasado el consultor Carlos Fara decía: “Cristina es hoy la más candidata presidencial opositora con más votos potenciales, y no hay dentro del peronismo quien le pueda disputar ese lugar. Ella es un liderazgo importante. Creo que no se debe subestimar cuánto kirchnerismo ideológico y cultural hay en la sociedad luego de 12 años de controlar el gobierno. En la provincia de Buenos Aires se pensaba que su techo era el 32 % y finalmente alcanzó el 37 %. Mientras el PJ no tenga caras nuevas potentes y un nuevo relato alternativo, va a ser difícil que el público opositor se olvide de Cristina. Decir que ella hoy es solo una dirigente representativa de la tercera sección electoral del territorio bonaerense es un error. La cuenta real es cuántos votos juntaría en una presidencial, más allá de la actitud que tomen los gobernadores”.

En este marco, el error de muchos gobernadores del PJ deviene de una mala lectura de la representación poselectoral en 2017. Como apuntó oportunamente Pablo Papini, las protestas de diciembre detonadas con la reforma previsional permitieron calibrar la monumentalidad de ese error: “se pretendió hacer descansar al reformismo permanente en un supuesto pacto entre Olivos y los gobernadores cuya letra tuvo copyright CEOcrático exclusivo. Con eso, los mandatarios locales corrieron a reforzar la representación de un segmento que ya tiene abogado. El resto, huérfanos”. Es decir, tratando de escapar de “la grieta”, los gobernadores opo-oficialistas se transformaron en socios del oficialismo. Privilegiaron la gobernabilidad recíproca, pero de esa manera cerraron el 2017 preocupados por ver cuántos costos compartían con el gobierno de Cambiemos y dejaron sin representación a los electores opositores. De esa manera, la crisis fue capitalizada por CFK. “Macri y Cristina parecen practicar nado sincronizado. Los 10 puntos de imagen que perdió Macri entre diciembre pasado y marzo de este año, los recuperó Cristina en simultáneo”, apuntó en estos días el politólogo Daniel Montoya.

En este blog hemos citado varios estudios que coinciden en la merma de imagen entre los dirigentes de Cambiemos junto con una recuperación en la calificación de CFK. Para más datos, el estudio de Opina que venimos citando muestra que en el pulso electoral de cara al 2019 el nuevo sello de Unidad Ciudadana que pergeñó CFK en 2017 como restyling del clásico y quizás desgastado FPV hoy rendiría tan bien como el de un más quimérico (a la luz de la coyuntura actual) peronismo unificado. Según esa consultora, si las elecciones fuesen hoy un 35% votaría a Cambiemos (macrismo), un 32% al peronismo unificado, un 16% a otro, un 8% al Frente de Izquierda y un 10% no sabe o no tiene opinión formada (ver datos abajo; click para agrandar). Si en vez de peronismo unificado juegan Unidad Ciudadana/CFK y 1País (massismo), la distribución apenas varía: 35% para Cambiemos, 33% para UC/CFK, 12% para 1País, 9% para otro y 5% no sabe o no tiene opinión formada (ver datos arriba; click para agrandar). Es decir, en este segundo escenario Cambiemos mantiene su voto duro (que está en el orden de magnitud del 34,15% obtenido por Macri en la primera vuelta del 2015 y por debajo del voto en las legislativas de medio término del 2017, que fue del 42%), la fuerza de CFK rinde igual de bien que el peronismo unificado y el massismo queda como tercero, desplazando a la izquierda. En síntesis, se reedita una dinámica de polarización, pero si la del 2017 fue asimétrica esta, en cambio, muestra una notable paridad, aunque se trate más de opinión electoral que de intención de voto.

Fuente: Clima de Opinión