Por Luis Dall’aglio | Delfos
El paso del kirchnerismo por el poder se lo puede caracterizar como “la última gran estafa” a una apuesta que hizo la sociedad, en “volver a creer” después de la crisis de 2001, fundamentalmente convocados desde una dimensión ideológica en la que una gran mayoría del pueblo argentino está de acuerdo, y que tiene que ver con un sentimiento de fuerte nacionalidad.
En la crisis de 2001, en el inventario de todo lo que había perdido la sociedad, figuraba la identidad y el orgullo de sentirse argentinos. Un pueblo que siempre convirtió en pasión a su nacionalismo, vio con vergüenza como uno de los países más rico del mundo, estafaba a su gente en su dignidad al dejarla sin trabajo, o en sus ahorros, al confiscarles sus cuentas.
El gobierno nacional sabía de esto y estructuró un relato con un fuerte sentido nacional donde se defiende la industria, se recuperan los valores del trabajo y fundamentalmente, se hace valer nuevamente el «ser argentinos».
Del mismo modo en que se creyó en algún momento en la revolución productiva ahora se volvió a confiar en un modelo que habría fábricas y apostaba a la promoción del consumo familiar.
La recuperación “del ahorro popular” con la eliminación de las AFJP, la reestatización de YPF, el NO al FMI, el pago de parte de la deuda con fondo genuinos y propios, la Asignación Universal Por Hijo, ente otros aspectos, sonaron como música en los oídos de muchos argentinos.
La recuperación de la economía -producto de “vientos de cola” más que por aciertos propios- hizo el resto del trabajo con otros segmentos sociales menos dogmáticos tal vez, y más racionales.
Esa masa crítica permitió el acompañamiento exitoso en varias elecciones, incluso cuando algunos síntomas inflacionarios comenzaron a plantearse en algunas góndolas, allá por 2006/2007.
Pero el relato tropezó con la realidad, y así el liderazgo carismático fue lentamente convirtiéndose en uno más intransigente para algunos o más autoritario, para otros.
Entre los saldos y retazos de esta década, que cada quien analizará en su cuenta si es ganada o perdida, seguramente quedará en “el debe” un uso irresponsable de reivindicaciones populares e identitarias que impactará en la credibilidad política en el futuro.