Por Luis Dall’Aglio
Mauricio Macri se enfrenta hoy a dos polos de falta de credibilidad y confianza que ponen a su gobierno en la encrucijada de buscar un nuevo lugar estratégico, para detener el deterioro político de su gestión.
Por un lado, la crisis financiera, y por otro la fuerte caída en las encuestas de su imagen, dejan en claro que tanto el mercado como la sociedad tienen una baja credibilidad respecto al modo en el que el Presidente maneja la economía.
Es una disyuntiva en la que además hay intereses absolutamente encontrados; por un lado, se encuentran los autodenominados “racionales” que ponen “al ajuste del déficit fiscal” como principal camino para encontrar un mejor momento de la Argentina; el ajuste es una palabra que alcanza a un conjunto de sectores y dimensiones del Estado, lo que puede conllevar un momento de alta conflictividad social y recesión económica.
Por el otro, una sociedad que viene respondiendo a la convocatoria de sacrificio que hizo el gobierno desde que inició su mandato y que aún no siente sus beneficios. Desde acá, la oposición (caratulada con la palabra maldita de “populistas”) levanta sus banderas.
Esta puja se da en un contexto en el que los antecedentes recientes prenden luces rojas, traen recuerdos difíciles de los argentinos y devuelven a la escena política actores que ya dejaron su marca en el país, como es el caso del FMI. Y, tampoco aparecen alternativas visibles que pudieran capitalizar la falta de certezas que provoca este panorama.
Sin dudas, los argentinos comenzarán a transitar en los próximos días un momento de expectativas, incertidumbre, baja tolerancia y desilusión, lo que provocará una toma de distancia inevitable de la dirigencia política. También será un desafío para el sistema político: demostrar que la madurez alcanzada en estos 34 años de democracia logra evitar otra crisis que engrose las estadísticas de pobreza