Por Norman Berra
En el planteo de María Casullo, la reunificación del espacio pan-justicialista puede resolverse por la vía consensual o por la aparición de un liderazgo que vuelva innecesarias las reglas. Según la politóloga, los resultados de las PASO hacen que esto último resulte más difícil que lo primero. Nuestra hipótesis, en cambio, apunta que CFK podría estar apostando a la segunda alternativa, atendiendo no solamente a la “foto” que mostraron las PASO, sino a la “película”, es decir, el desarrollo del proceso político y socioeconómico de aquí en más.
Veamos: a partir de la foto de las PASO, el liderazgo de CFK dentro de su frente Unidad Ciudadana, al igual que la condición de segunda minoría electoral nacional (5.913.423 votos) son indiscutibles. Sin embargo, resultan insuficientes para contender con chances de éxito frente a los 8.667.643 votos de Cambiemos. Entonces, CFK necesita crecer hacia otros segmentos de electores para tener chances de reunificar el espacio pan-justicialista detrás de su liderazgo. Está claro que el electorado más relativamente permeable a CFK es el de los referentes filo- K o cercanos a su figura: es decir, la “película” debería permitirle crecer desde los casi 6 millones de votos de las PASO para captar 1.380.258 de votos de los referentes filo K o cercanos al kirchnerismo. Sin embargo, sumando “sólo” esos electores, llegaría a 7.293.681 votos y aun estaría 1.373.962 votos por debajo de Cambiemos. Para liderar un justicialismo con chances de ganar, el «espacio JK» debería sumar al menos el 70% de los 2.022.197 votos del justicialismo no K. Sólo así estaría en condiciones de construir una “coalición ganadora mínima” de 8.709.219 votos, que superaría a la oficialista. Esto implica que el mayor desafío para CFK es hacer que su liderazgo impregne hacia los segmentos electorales “impermeables” o al menos refractarios que componen el electorado el peronismo no K.
En esta línea, como adelantábamos en el post anterior, CFK apuesta a que los votos de otros opositores menos nítidos irán convergiendo hacia ella en la medida en que los efectos políticos y socioeconómicos netos del modelo Cambiemos vayan dejando atrás a muchas de las expectativas de mejoría que auparon a Mauricio Macri a la presidencia y que le permitieron a la lista de Cambiemos lograr en las PASO una diferencia mínima por debajo de ella en provincia de Buenos Aires. En ese marco, la ex presidenta cree que no habrá recuperación sino expectativas defraudadas, lo que generará un malestar que sólo un opositor nítido (no moderado, ni una figura nueva o de la “tercera vía”) estará en condiciones de capitalizar. Conciente del panorama de división del espacio pan-justicialista y de cara a cimentar las chances de revalidar su liderazgo como principal opositora, en la actual coyuntura CFK está haciendo jugar su invicto electoral: con la victoria que le dio el escrutinio definitivo en la provincia de Buenos Aires, desde que debutó electoralmente en 1989 jamás perdió. Y, hacia adelante, aun si en octubre fuera derrotada por Cambiemos, nacionalizar la elección la confirmará como la figura opositora más votada a nivel país, muy por encima de los demás referentes del espacio pan-justicialista. Sobre esa base, más la convicción de que Macri fracasará más tarde o más temprano, pero inexorablemente, CFK apuesta a que su liderazgo hará converger a los electores desencantados y dejará en off-side a los dirigentes que quieren jubilarla.
En ese marco hay que leer la carta abierta de la ex presidenta del lunes 11 de septiembre, convocando a todas las “sensibilidades opositoras” a acompañarla para “frenar el ajuste”. Según esa misiva, luego de las elecciones vendrá la flexibilización laboral, recorte a las provincias y un tarifazo a la luz, el gas, el agua y el transporte, lo que denominó como la «segunda etapa del ajuste»: «Este Gobierno no escucha. Este Gobierno no rectifica», señaló la expresidenta, quien llamó a frenar una «deuda infernal» que terminará hipotecando el futuro de los argentinos. Mutatis mutandis, CFK apuesta a que en Argentina suceda algo parecido a lo que sucede con Lula Da Silva en Brasil: en las encuestas realizadas en ese país, el ex presidente es revalorizado en una categoría de respuestas que los analistas de opinión pública han agrupado bajo la etiqueta “saudade do Lula”. Según Emir Sader, echar de menos a Lula tiene que ver con que “el período de Lula en la presidencia del país fue el más importante de los últimos treinta años en términos económicos. Pero el tema no es solo económico (…) se trata de un período que ha logrado combinar desarrollo económico con distribución de renta (…) Los especialistas corrieron a hacer encuestas cualitativas, donde hacen preguntas directas a grupos seleccionados de personas buscando aclarar de que sienten ´saudade´, cuanto lo manifiestan respecto a Lula. De que sienten falta, en qué resienten la ausencia de Lula, en qué medida prefieren volver a los tiempos del gobierno de Lula. Los temas tienen origen en la situación económica, pero sobre todo se proyectan hacia lo social, que es lo que alimenta la memoria del legado de Lula”. ¿Existen en el plexo socioeconómico elementos que permitan avizorar posibilidades de una “nostalgia” de CFK? Repasando las últimas encuestas y tendencias socioeconómicas, surgen algunos datos que avalan una hipótesis en esa línea. Según el último monitor de tendencias económicas y sociales que elabora mensualmente Enrique Zuleta Puceiro (realizado a 1.200 personas a nivel país, entre del 11 y el 16 de septiembre de 2017), cuando se pregunta ¿En cuál de los dos gobiernos su calidad de vida fue mejor?, un 26,4% dijo que con el de Macri, mientras que 43,4% se inclinó por la gestión de CFK. Se trata del valor más alto que alcanzó esa alternativa de respuesta en la serie evolutiva desde marzo pasado, y un dato no menor es que se da después de conocido el resultado de las PASO.
Fuente: Clima de Opinión