El año electoral que culmina deja algunos elementos que pueden servir como ejes estructurales para entender el comportamiento político de la sociedad. Por un lado, ganaron principalmente los oficialismos que transitaban su primer mandato, que habían logrado mantenerse cerca o por encima del 50 por ciento de imagen positiva de gestión y enfrentaron frentes electorales, partidos o candidatos que comenzaron tarde a estructurar una alternativa.
La ola de cambio fue débil y se materializó en aquellos procesos locales donde esos oficialismos tenían un llamado claro desde hacía tiempo a la renovación interna. Este es el caso de la provincia de Catamarca donde el pretendido tercer mandato de Eduardo Brizuela del Moral estaba señalado desde hacía tiempo, como un ciclo político cerrado. No así el ciclo institucional del Frente Cívico que tomando nota de los cuestionamientos y señalamientos de la sociedad podría haber dado batalla seriamente por la continuidad en el poder.
La lógica política de la sociedad tuvo matices vinculados al nivel de gobierno que se elegía. Esto es, si se trataba de cargos nacionales, provinciales o municipales. De todos modos, estuvieron signados por la precaución, por la renovación de confianza en los procesos en marcha, pero con pedidos de ajustes a los gobiernos en la orientación política y social.
Esto quiere decir, que desde lo político, quienes gobiernan, deberán modelar su perfil hacia metodologías que prioricen seriamente las necesidades e inquietudes de la población, con poco margen de tolerancia por parte de la sociedad, y exigiendo los beneficios de un crecimiento promovido largamente desde el gobierno nacional.
En este sentido, así como en las elecciones legislativas de 2009 la población le puso un freno al gobierno nacional barajando de nuevo las cartas de cara a este año, y ese comportamiento no fue correspondido por la oposición, hoy los oficialismo tienen el mandato claro de recuperar el bien más preciado que tiene una sociedad: las certezas.
Los comportamientos sociales, a diferencia de quienes dijeron alguna vez que los estimula y construye la búsqueda de la satisfacción o el poder, hoy se puede arriesgar que en realidad lo mueve pisar sobre tierra firme y predecible. Es tan fuerte hoy esa necesidad que, incluso, justifican sus cambios en procura de certezas. Una señal de esto puede ser el cambio de más de 30 puntos en la opinión y apoyo electoral que experimentó Cristina Fernández de Kirchner en poco más de dos años.
Se trata de una sociedad que viene de un quiebre muy grande hace a penas 10 años y que se volvió fuertemente racional en su búsqueda de opciones públicas y que no está dispuesta a perder de nuevo lo que con mucho esfuerzo recuperó después de la crisis.
También desde lo político, hay que advertir que los oficialismos que ganaron, lo hicieron sobre oposiciones que hoy quedaron debilitadas y muy lejos de la representación popular, como presagiando el fin de ciclo de gran parte de la dirigencia argentina a nivel nacional e incluso en muchas provincias.
De este modo, los gobiernos quedan en la incómoda posición de ser las únicas referencias y estar obligados a rendir cuentas todos los días a quienes depositaron su confianza pero no el corazón. Es decir, están cara a cara con la gente.
El electorado analizará esos procesos desde una posición absolutamente racional exigiendo, como se dijo, los derechos que promueven el crecimiento: trabajo estable, viviendas, salud, educación y seguridad. O sea, futuro.
Director Luis Dall´Aglio