NOTA DE OPINIÓN

De cara al próximo domingo, los votantes “huérfanos” de Patricia Bullrich y del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, constituyen las dos principales canteras de votos para definir los resultados respecto de quien será el futuro presidente. Claramente, después de las elecciones generales de octubre, quedaron tres canteras de votos bien definidas: las del enojo, que votaron por Javier Milei; las del voto cautivo y la necesidad de certezas de sectores que ya no tienen qué perder, que lo hicieron principalmente por Sergio Massa, y quienes decidieron su sufragio por el factor político “K vs. anti-K”, que eligieron a la exministra de Seguridad.

Este último núcleo de votos es el que de alguna manera está en juego y este domigno se definía en el debate presidencial. A juzgar por el balance general, la compulsa dejó una ventaja a favor de Milei, ya que –por un lado- se esperaba que un supuesto “brote” de ira del libertario durante el debate pudiera asustar a esa cantera electoral. Algo que no ocurrió.

Por el otro, sin dejar de ser conceptual y mostrando claramente que tiene serio desconocimiento respecto del funcionamiento de la administración pública, el candidato de La LIbertad Avanza pudo equiparar las percepciones hacia el final del debate, sobre todo, para el votante de Cambiemos, con un discurso ya sí más anti-K.

En este caso, apelando a conceptos del discurso de Juntos por el Cambio como cuidar la República, terminar con el populismo y dejar atrás problemas como la inflación y la inseguridad, pudo centrarse en la lógica de pensamiento del voto de Bullrich.

A favor de Massa hay que señalar que en los debates mucho tiene que ver la postura que los postulantes muestran. Schiaretti fue un tributario de esta premisa, porque no se mostró como candidato, sino como gobernador. Gran diferencia cualitativa.

En este caso, Massa sacó ventaja. Sobre todo, en la primera parte, porque logró imponer condiciones.

Como dos boxeadores con sus argumentos, ocupó el centro del ring y al mismo caso acorraló a su adversario, poniéndolo en la posición de defenderse.

De entrada, Massa con un incisivo “por sí o por no” funcionó con un uppercut sistemático al mentón obligando a Milei a defenderse y explicarse en sus “contradicciones” según el candidato oficialista.

Pocas veces Milei utilizó los resultados del desastre económico y social que vive la Argentina como mecanismo para salirse del rincón. Cuando lo hizo en esa primera etapa, le faltó fuerza como para desestabilizar a su adversario.

Posteriormente, el debate ingresó en una dinámica de tensa calma que le permitió a Milei volver a ser Milei, hacer antikirchnerismo y poner nuevamente en cuestión su nueva grieta: casta y anticasta.

Aquí fue Massa quien tuvo problemas para pararse firme con sus argumentos, como si esos golpes hubieran hecho mella en el preparado acting del ministro de Economía.

De todos modos, hay que destacar una vez más la madurez de la democracia, que logra poner en el prime time de la TV y las redes sociales el debate sobre quién gobernará el país en los próximos cuatro años.

Las elecciones también tienen rating. Es la mejor noticia.

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