Por Luis Dall ‘ aglio | @luisdallaglio

La percepción sobre la expectativa inflacionaria tiene dos dimensiones: una racional, (expresada en mediciones de posición estadística como la moda y la mediana) que es la que ubican a aquellos que estiman con algún rigor lo que puede ocurrir con ese indicador; y una emocional, que es la que expresan en su respuesta un estado de malestar e incertidumbre.

Este último aspecto lo muestra fundamentalmente el promedio o media que en el caso de este estudio estimó a la inflación en un 43,8 por ciento. Esta medida de posición estadística es la que muestra también los extremos de las respuestas. Es decir, la de aquellos que ante la pregunta sobre la expectativa inflacionaria para los próximos meses dieron respuestas desde el desconcierto o la bronca y dijeron, por ejemplo, 100 por ciento.

En realidad, el valor social y político (más que estadístico) de este dato en el actual contexto económico, es que se convierte en un indicador del enojo o malestar. Esta medición se realizó en medio de las suba del dólar que lo llevó a poco más de de seis pesos provocando desconcierto e incertidumbre.

Tan es así que solo con mirar los otros indicadores de posición estadística más racionales como son la moda (la respuesta que más se repitió) que ubicó a esa estimación en 30 puntos o la mediana (el valor que se encuentra en medio de una serie de datos) que ubicó a la inflación en 28 puntos, deja a las claras la diferencia entre las dos dimensiones.

Cualquiera de estos dos datos se ubican bastante más cerca de algunas estimaciones profesionales.