POLÍTICA

José Gangi

José Gangi

Edición y Análisis de informes

La democracia es un término complejo. Puede ser concebida, de mínima, como un régimen estatal que le reconoce al pueblo el poder de legitimar a sus representantes en instancias electorales o, de máxima, como un sistema que pondera, a nivel político y social, la voz de todos los ciudadanos por ser seres humanos libres e iguales, merecedores de una voz en la sociedad y un nivel de vida que los dignifique y coloque en un verdadero estatus de igualdad frente a sus pares.

La historia de la democracia en Argentina inicia hace más de 100 años, a través de los cuales ha experimentado facetas de diversa intensidad, incluso concebida en su versión más restrictiva.

A lo largo de la primera fase, iniciada con la elección presidencial de Yrigoyen en 1916, sólo votaron para presidente los varones argentinos y únicamente en 6 oportunidades a lo largo de 35 años, dos de ellas en condiciones fraudulentas.

El inicio de la siguiente fase se encontraría signado por la incorporación definitiva de las mujeres como sufragantes en las elecciones presidenciales de 1951. El disfrute de la ampliación de los derechos políticos al total de la población mayor de 18 años experimentado en dichas elecciones se vería rápidamente interrumpido en 1955, con el golpe de estado llevado a cabo por la Revolución Libertadora.

En el período comprendido de 1955 hasta 1973, los argentinos y las argentinas votaron solamente en dos oportunidades y con el peronismo proscripto. El retorno pleno de la democracia en 1973 sería sólo un oasis de corta duración en una etapa histórica marcada por las dictaduras, ya que en 1976 se abrirían las puertas del gobierno nacional a uno de los procesos totalitarios más sangrientas de la historia y la región, encabezado por Jorge Rafael Videla.

Desde este pozo, quizás el más profundo de la historia política, repleto de vejaciones a los derechos humanos y despotismo en múltiples áreas, renació el régimen democrático que disfrutamos hasta nuestros días en 1983. Con Raúl Alfonsín a la cabeza, un 10 de diciembre de 1983 comenzó un nuevo período democrático en la Argentina.

A lo largo de estos 40 años, las condiciones de base se han mantenido inalteradas por el período más largo de nuestra historia. Sin embargo, la frase acuñada por Raúl Alfonsín “con la democracia se come, se cura y se educa” ha marcado a fuego el devenir de la discusión en torno al régimen y le imputó una responsabilidad que ha sabido cumplir a medias. En este contexto de crisis económica y desencanto político que atravesamos, le preguntamos a 1.816 argentinos que creen que deberían hacer para consolidar la democracia.

El problema mayor: los políticos

Punteando la lista de propuestas para consolidar la democracia aparece “acabar con la corrupción/limpiar políticos” con el 20% de las menciones, seguida de cerca por la voluntad de “continuar con un gobierno democrático, respetarla, cuidarla y defenderla” -haciendo alusión a la democracia- con el 14%. En un segundo plano aparecen respuestas del tipo “nada en especial” (5%), “unidad nacional/tener objetivos comunes” (5%), “volver a tener educación de calidad” (4%), “hacer cumplir la ley” (4%) y “eliminarla” (4%).

Si observamos el dato teniendo en cuenta la edad de los encuestados podemos ver un diagnóstico que prima más allá de las edades, que vincula las falencias del sistema con los políticos y su corrupción o a expresiones populistas de la política, para el caso de los jóvenes. Por otro lado, también se hace expreso un nivel de compromiso, medido en términos de opinión formada, respecto de la democracia creciente a medida que ascendemos en el perfil etario.

A la pregunta también la podemos analizar por el nivel de educación alcanzado de los encuestados. Entre los argentinos y las argentinas de nivel bajo, prima la falta de una opinión formada sobre las posibles medidas para consolidar la democracia, a la vez que puntea entre las medidas la necesidad de “acabar con la corrupción/limpiar los políticos” (19%). Vale destacar que en segundo lugar aparece la respuesta “nada en especial” (8%) y en tercero “eliminarla” (7%).

Entre los argentinos que poseen un nivel de educación alto, la situación cambia. No sólo se aprecia un nivel casi general de opinión formada entre los encuestados, sino que se pondera de igual manera la necesidad de “continuar con un gobierno democrático, respetarla, cuidarla y defenderla” que la de “acabar con la corrupción/limpiar los políticos”, con un 22% y un 21% de las menciones, respectivamente.

Reflexiones finales

Tal como venimos observando en diferentes estudios cuantitativos y cualitativos, el foco del enojo y las frustraciones de los argentinos está puesto en la dirigencia política. Los argentinos apuestan al régimen democrático, pretenden cuidarlo, defenderlo y respetarlo, pero pretenden otros representantes. Las inconsistencias entre los principios de una democracia en términos amplios y la percepción de una elite gobernante que se la percibe enajenada de los sufrimientos diarios de la población mediante prácticas corruptas, hace ruido y se transforma en condición de las decisiones y expresiones de época frente a diversos fenómenos.

Por otra parte, se aprecia un marcado conservadurismo y desinterés por los temas comunes por parte de los jóvenes y de las personas con un nivel de estudios bajo. Quizás sea la necesidad creciente de un cambio rotundo lo que se ha llevado puesto el relato de reivindicación democrática entre dicho público y los incite a pensar en la posibilidad de dar un salto vacío total, incluso llevándose puesto aquello que no es objeto en un principio, pero puede ser identificado como estructurante de la realidad actual.

Una simple alerta a 40 años ininterrumpidos de democracia que le da entidad y valor a las condiciones fácticas de su reproducción, a la vez que al discurso que la asocia con algo más que votar cada 4 años.

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