Uno de los ejes discursivos por los que transita la gestión nacional de Mauricio Macri pasa por un “sinceramiento”, entendido como corrección y revisión de los excesos “populistas” del kirchnerismo. Sin dudas, una parte sustancial del electorado coincide con ese eje e integra lo que podría llamar el “núcleo duro” de apoyo al gobierno PRO/Cambiemos. Por otro lado, el concepto de sinceramiento también aplica al ajuste de expectativas y calificación/imagen de gestión que sobreviene cuando se acerca el fin de lo que se conoce como la “luna de miel”, ese período de duración variable (en torno a los primeros 100 días) donde una nueva administración disfruta de un cierto “estado de gracia” en la opinión pública.
Los dos primeros meses de la nueva gestión presentaron características consistentes con ese “estado de gracia”: veíamos así a un «Macrix recargado», con alta expectativa y evaluación de imagen, sostenidos sobre todo por el cambio de signo político, correlacionado con un estilo de gestión diferente del anterior. A fines de enero, esto se plasmaba en datos como que el 62% de los argentinos decía confiar en el nuevo gobierno, según el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) realizado por la Universidad Di Tella junto a la consultora Poliarquía, sobre la base de una encuesta a 1.200 personas de 40 localidades del país- comprende las valoraciones de los consultados en cinco factores que se puntúan del 0 al 5. Ese mes, el indicador presentó un aumento notable, que atribuyó a las expectativas que genera un cambio de Gobierno. El indicador se ubicó en 62,8%, lo que representó un crecimiento del 75% en comparación con diciembre y de 71% con enero de 2015.
Ese dato implicó el segundo mayor salto interanual registrado en el indicador desde que comenzó la medición, en 2002 (plena crisis). La mayor variación histórica se dio en mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, ocasión en la cual alcanzó 158%, mientras que la marca lograda por Macri en enero no se alcanzaba desde marzo de 2004 (cuando el presidente Néstor Kirchner cumplía 9 meses en el poder). En enero de 2016, el atributo del gobierno presidido por Macri que más adhesión consiguió en la opinión pública fue la capacidad de resolver problemas (3,72), seguido de la honestidad (3,26). En tercer lugar quedó la evaluación general de gobierno (3,01). Le siguió el interés general (2,99). Sin embargo, al mismo tiempo otro indicador de confianza, el del consumidor, mostraba un dato divergente: caía 1,6% respecto del mes de diciembre de 2015, según el Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella. Ese indicador mide las expectativas de la gente en cuanto a la compra de bienes y servicios. El relevamiento en cuestión se efectuó entre el 5 y el 13 de enero. Juan José Cruces, director del Centro, detalló que «entre los subíndices que componen el ICC, los subíndices de Bienes Durables e Inmuebles y de Situación Personal registran bajas de 7% y de 0,5%, respectivamente, mientras que el subíndice de Situación Macroeconómica sube 0,2%”.
Cruces agregaba que «la confianza de los consumidores cae para el sector de los encuestados con mayores ingresos, mientras que sube para el sector con menores recursos”. Por el contrario, el humor de las familias según el lugar de residencia mostraba un cambio a tono con el resultado de los comicios nacionales: en el desagregado regional y respecto al mes anterior, el componente que mide las perspectivas macroeconómicas de corto plazo repuntaba 6,5% para la Capital Federal y 4,1% para la región del Gran Buenos Aires, mientras que declinaba 3,2% para el interior del País. En tanto, el componente que mide las perspectivas macroeconómicas a mediano plazo caía 7,3% en el Interior del país, mientras que aumentaba 1,7% en el GBA y 0,3% en la Capital. En síntesis, el panorama en enero arrojaba una divergencia entre la confianza en el gobierno (plano político) y la confianza en el consumo (plano económico): las variables aparecían relativamente desconectadas, como el jardín de los senderos que se bifurcan borgeano. Sin embargo, la experiencia histórica enseña que esa bifurcación no puede prolongarse indefinidamente en el tiempo; en ese marco, mediciones más recientes vienen mostrando una progresiva convergencia (incluso con cierto arrastre relativo) y un sinceramiento hacia la baja de los indicadores de gestión y expectativas del gobierno nacional.
Por Norman Berra |Delfos