NOTA DE OPINIÓN
Luis Dall' Aglio
Director
Viviana Jara Roldán
Investigación cualitativa
La sociedad pide cambiar la realidad. Esa realidad que la tiene acorralada y enjaulada en su casa por la inseguridad, la que la hunde en la incertidumbre económica por los saltos de la inflación y el dólar imparable, la que no está a la altura de las demandas sociales en términos de salud, educación, calidad del trabajo y la que aleja cada vez más a la gente de la posibilidad de proyectar futuros, al menos en el corto plazo.
Al mismo tiempo se para frente a un nuevo escenario electoral sin expectativas en un sistema de poder que, tanto por derecha, centro o izquierda, puso en crisis el concepto de cambio. “Cambios que no solo no cambiaron nada”, sino que empeoraron la realidad y la llevaron a niveles increíblemente degradados para una Argentina potente, llena de recursos naturales y talentos humanos como para convertirse en un país con tanto futuro como pasado.
La sociedad necesita que el significante “cambio” se llene de significados para transformar la realidad: cambiar qué, en qué sentido, cómo y para qué. La palabra cambio no dice nada o puede ser asociada a múltiples sentidos, muchos de ellos de tinte negativo.
“Si no cambias la realidad, te cambian a vos”, así de simple y sencilla es la ecuación del pensamiento de época. Con el agravante de que hoy no se cambia a un político, partido o coalición, se apunta a cambiar un sistema de poder inepto, incapaz, degradante, compuesto por dirigentes políticos, gremiales, empresariales y distintos factores de poder que fracasaron, incluso en su intento de sobrevivir. Es decir, apunta contra el estatus quo de un sistema de poder que ya no le sirve a la sociedad y desprestigia a la tan costosa democracia, próxima a cumplir 40 años.
La necesidad de un cambio supera el 70 por ciento de las menciones en cualquier encuesta y la referencia política de ese cambio es prácticamente nula. La crisis de representatividad política es inédita. No hay dirigentes políticos nacionales que puedan mostrar un saldo positivo en sus imágenes, símbolo de la tremenda distancia a la que se encuentran de la sociedad.
Por eso, ante la falta de alternativas o novedades políticas, una porción de la sociedad cae en opciones radicalizadas, que se convierten en un voto contestatario contra ese estatus quo que pretende derrotar en las urnas. Aunque sepa que se tratan de propuestas de corto plazo, poseen la fuerza de terminar con el poder que no puede resolver sus problemas.
Muchos comprenden que tanta promesa de cambio se va a chocar con una realidad que no le permitirá cumplir con lo prometido. Está demostrado que cambiar positivamente no es fácil. Sin embargo, siempre estará en el anhelo político de la sociedad aspirar a un gobierno que sea sensible a sus problemas, que apueste al trabajo y a una mejor distribución del esfuerzo.