NOTA DE OPINIÓN
Luis Dall' Aglio
Director
Los días finales de setiembre e iniciales de octubre están signados por producir múltiples “por primera vez…” para la gestión nacional:
- Por primera vez, la opinión sobre el gobierno de Javier Milei alcanza el 60% de imagen negativa.
- Por primera vez, Milei tiene un saldo negativo mayor que Cristina.
- Por primera vez, Fuerza Patria se impone por poco margen en la elección nacional.
- Por primera vez, Kicillof –ganador de las elecciones de septiembre- logra superar los 40 puntos y se transforma en el dirigente de mejor imagen.
El humor social que presentan los datos está marcado por la demanda de resultados inmediatos en términos económicos y de seguridad, lo cual se combina con una desconfianza creciente.
Producto de esto, el escenario electoral para el oficialismo dependerá de diversos factores como: el ritmo visible de la evolución económica del país; la existencia o no de nuevos casos de corrupción; y la posibilidad de generar orden público en los próximos meses. Sin eso, lo más probable es que crezca el voto castigo y la dispersión hacia alternativas opositoras y provinciales.
Por otro lado, este mes quedó cristalizada la pérdida de eficacia del discurso y de las acciones del gobierno nacional. Todo lo que dicen o hacen los dirigentes del oficialismo se les vuelve en contra o se relativizan: el apoyo de Estados Unidos, la baja de las retenciones por 72 horas, el dato de inflación o el de pobreza, etc.
La causa detrás de este fenómeno se asocia con la desintegración paulatina de la tolerancia social al sacrificio sin mejoras palpables y las expectativas teñidas de escepticismo, preocupación y frustración. La instalación de la idea de que el ajuste lo está pagando “la gente común” y no “la casta” deslegitima el discurso oficialista.
En este sentido, mientras Milei trabaja para estabilizar la macroeconomía, el problema de la sociedad es la micro, el malestar en el ingreso familiar, lo que erosiona la narrativa que propone “sacrificio por estabilidad”.
Se puede decir que estamos a las puertas del desenlace de lo que se planteó en abril como el inicio de la ponderación de resultados por sobre las intenciones como criterio principal para evaluar la gestión.
En síntesis, hoy la sociedad exige resultados inmediatos en precios, empleo y seguridad, con trasparencia como telón de fondo.