POLÍTICA

José Gangi

José Gangi

Edición y Análisis de informes

Con una plataforma definida por la renuncia de Mauricio Macri y la actuación estelar de las fórmulas encabezadas por Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, la contienda electoral de Juntos por el Cambio posee una definición que no tiene, al menos en términos públicos, el Frente de Todos.

En boca de todos, la estrategia electoral del frente se presenta con una gran incertidumbre. Luego de las renuncias de Cristina Fernández y Alberto Fernández, las únicas definiciones del espacio fueron las de Juan Grabois, Agustín Rossi y Daniel Scioli, que confirmaron sus precandidaturas de cara a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 13 de agosto. Sin embargo, estas parecen representar una voz contestataria más que una respuesta a una estrategia general, en el marco de un frente que aún no definió si quiere presentar una candidatura de unidad o definir su fórmula en las primarias.

En ese contexto, los analistas especulan sobre las variables que están analizando puertas adentro los dirigentes para terminar de configurar, entre otras cuestiones, la estrategia de cara a las PASO.

Algunos plantean que el peronismo, a pesar de las expresiones de voluntad de Rossi, Scioli y Grabois, quiere definir una única candidatura para puntear en las primarias. De acuerdo con diversos sondeos, esta estrategia le permitiría al peronismo superar por un escaso porcentaje a Javier Milei, candidato de La Libertad Avanza y principal rankeado en las encuestas. Los objetivos detrás de esa estrategia de liderar en términos de candidatos, no de sellos, se encuentran vinculados a la posibilidad de legitimar al Frente de Todos como un contrincante con posibilidades de éxito y, principalmente, generar un efecto de arrastre de los indecisos hacia la fórmula electoral para los comicios generales. Confiar en lo que se denomina el efecto “ola ganadora”.

Otros creen que las diferencias evidentes entre los espacios deben zanjarse de cara al pueblo, en las primarias. Los principales argumentos esbozados a favor de esa estrategia apuntan que permitiría contener a los desencantados propios, legitimar una fórmula y, a partir de la victoria parcial de Milei, construir una campaña de miedo en torno a la figura de ese candidato.

La historia

¿Qué nos dice la historia nacional respecto de esta posibilidad? No mucho. Desde la institución de la segunda vuelta electoral en la reforma constitucional de 1994, sólo tuvimos una segunda vuelta concretada en 2015 y tres elecciones ejecutivas nacionales con PASO.

En 2011, debut de las primarias en las elecciones ejecutivas nacionales, las principales fórmulas estaban encabezadas por Cristina Fernández, presidenta en ejercicio que buscaba la reelección, Ricardo Alfonsín por la UCR y Hermes Binner por el Frente Progresista. Los comicios finalizaron con una victoria contundente en primera vuelta de Cristina Fernández con el 54% de los votos.

De las PASO a la primera vuelta, Cristina incrementó su caudal de votos un 10 %; Alfonsín, segundo en las primarias, terminó tercero con 6,6% de votos menos que en las Paso  y Binner, tercero en las Paso, finalizó segundo incrementando 69% su caudal de apoyo electoral.

Teniendo en cuenta nuestro objetivo analítico, podemos resumir la información afirmando que la tercera fuerza fue la que creció más de un momento electoral al otro.

En 2015, las primarias se combinaron con un ballotage y Daniel Scioli, candidato que condensó el mayor capital electoral en las PASO por más de 14 pp. de diferencia respecto de su inmediato perseguidor, Mauricio Macri, terminó perdiendo en la segunda vuelta por menos de 2 pp.

Para lograr esa hazaña, el candidato opositor incrementó su caudal de apoyo de las primaras a la primera vuelta un 56% y de la primera vuelta a la segunda un 51%, dando como resultado un incremento acumulado de 135%, es decir, Mauricio Macri logró más que duplicar los votos que obtuvo en las Paso en sólo tres meses.

La última elección de cargos ejecutivos a nivel nacional se desarrolló en 2019 y tuvo como vencedor a Alberto Fernández en primera vuelta. El actual presidente venció en las PASO y en las generales al presidente saliente, Mauricio Macri.

A pesar de la contundente victoria por más de 8 pp., nuevamente observamos un crecimiento superior del rezagado en las Paso por sobre el vencedor. Mientras que Alberto logró captar 6% más del electorado, Mauricio Macri incrementó su caudal de votos un 33%.

En resumen de cuentas, las elecciones ejecutivas nacionales que se desarrollaron en Argentina con más de una instancia nos muestran que las fuerzas que ganan la primera instancia han crecido menos que las segundas/terceras fuerzas, que incluso han logrado dar vuelta el resultado.

Otras experiencias de balotaje en la región

Para darle más de casuística al análisis, revisamos todas las elecciones de los países sudamericanos que tienen instituida una segunda instancia electoral o balotaje en su sistema de elección ejecutiva nacional y han tenido la posibilidad de experimentarlos desde 1999 en adelante. Concretamente, hablamos de Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay.

De los 24 comicios electorales desarrollados en estos países de 1999 hasta la actualidad, en un 79,2% de las ocasiones la segunda fuerza creció más que la primera. No sólo eso, sino que en el 31,6% de los casos en que ese fenómeno ocurrió, la segunda fuerza logró transformar el panorama desfavorable y vencer a la que dominó la primera instancia.

¿Más electores o redistribución de votantes?

Dos fenómenos pueden explicar este crecimiento proporcionalmente superior de las segundas fuerzas: que nuevos votantes se incorporen al ballotaje o que las segundas fuerzas posean una capacidad diferencial de captar votantes de otros espacios.

En la región, en cinco de las seis ocasiones donde una segunda fuerza dio vuelta una elección se observaron los incrementos de participación más significativos en términos históricos de sus respectivos contextos.

En 2015, única vez que un resultado de este tipo tuvo lugar en Argentina, se apreciaron los dos fenómenos de forma consecutiva: de las PASO a la primera vuelta, se apreció un crecimiento significativo de más de 12 pp de votantes; de la primera vuelta al balotaje, los ciudadanos que participaron de las elecciones no variaron significativamente. El dato es que en ambas instancias Mauricio Macri logró incrementar su apoyo electoral.

Conclusiones (al fin)

Después de este largo análisis parece quedar claro que no siempre el que pega primero pega dos veces, como dice el viejo refrán.

A pesar de que las segundas fuerzas han logrado vencer en una cantidad marginal de las elecciones (25%), su performance es claramente superior de una instancia a otra y, en un contexto de gran paridad entre las principales tres fuerzas, esto puede ser un aspecto decisivo.

Un factor clave para que esto ocurra parece ser la necesidad percibida por los ciudadanos que no participan de las primeras instancias de concurrir a votar en una segunda vuelta. Este dato puede ser un punto clave en los cálculos de los dirigentes del Frente de Todos, teniendo en cuenta que Milei, además de la adhesión de un cuarto de la población, también genera temor entre gran parte del resto de la ciudadanía.

Por otro lado, los datos no parecen expresar relación alguna entre la pertenencia partidaria y/o participación en el gobierno saliente de los candidatos y las dinámicas electorales. Es decir, formar parte de un gobierno o ser un presidente que va a competir electoralmente por ser reelecto, así como ser opositor, no parece implicar nada en términos de desempeño electoral.

Claro está que los resultados no sólo responden a las cualidades de los candidatos para competir electoralmente y las estrategias que estos diagramen, sino también a sus recorridos, a los de sus partidos y a los momentos y desafíos que plantean los contextos históricos. Pero, en un contexto de tanta paridad e indecisión percibida, tener en cuenta la mayor cantidad de variables y factores intervinientes posibles puede hacer la diferencia.

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