NOTA DE OPINIÓN
Luis Dall' Aglio
Director
Argentina no tuvo elecciones PASO este año, pero los comicios de la Provincia de Buenos Aires cumplieron el mismo efecto político que en otros agostos: dejar golpeado al Gobierno nacional.
Las urnas volvieron a marcar la cancha. A los ganadores, que corren con la historia en contra; y a los perdedores, que sufrieron una derrota que se vivió como un plebiscito a la gestión de Javier Milei.
El triunfo bonaerense se parece más a un castigo al Gobierno nacional que a un reconocimiento a la gestión de Axel Kicillof. Y la derrota de La Libertad Avanza, aun en alianza con el PRO, expone que la estrategia de nacionalizar la campaña —que en mayo les dio buenos resultados en la Capital Federal— esta vez se convirtió en un lastre.
La diferencia entre aquellas elecciones del 18 de mayo y las de este 7 de septiembre es clara:
• Agudización de la crisis social.
• Escándalos de corrupción que erosionan la credibilidad.
• Desgaste del relato anti-casta, cada vez menos eficaz.
• Pérdida del poder adquisitivo, que quitó fuerza al discurso de la estabilidad.
La sociedad cambió de fase: pasó de acompañar enunciados a exigir resultados. Y lo que recibió a cambio fue más “motosierra”, profundizando otro de los rasgos de este modelo: la insensibilidad.
Creer que Argentina puede sostenerse como una “sociedad de mercado” —en vez de una sociedad con mercado— ya produjo costosas derrotas en la historia política nacional. La lógica de tratar a la sociedad como mercancía o como un número en un Excel vuelve a mostrar sus límites.
Por último, se percibe un agotamiento del tiempo de la confrontación y el odio como método de persuasión. Esa estrategia, usada en los dos extremos de la grieta, empieza a perder eficacia electoral.