POLÍTICA

José Gangi

José Gangi

Edición y Análisis de informes

La globalización está en crisis. Muchos postulan que se acerca el fin de esta forma global del sistema económico internacional, al menos de la forma en que la conocemos; otros creen que simplemente se están generando transformaciones hacia adentro de ella.

Lo cierto es que la legitimidad de la globalización y los referentes políticos provenientes de espacios tradicionales de la política instituida, asociados al status quo en el cual ella floreció, parece desmoronarse. Las opciones más nacionalistas y radicales, así como los outsiders, empiezan a ganar lugar en las principales vitrinas de la política de Occidente y en nuestro país también.

En ese sentido, decidimos comparar los niveles de aprobación reflejados en nuestras encuestas provinciales de los últimos cinco presidentes argentinos que hayan ejercido esa función por más de dos años, con el nivel de aprobación de los últimos cinco presidentes de los Estados Unidos.

Cuando observamos el fenómeno en el país del norte, lo primero que se aprecia es que la gestión más aprobada, a casi un año y medio de iniciada, fue la de Bush (2001-2009) con un nivel de aprobación de 72% de acuerdo con el promedio de encuestas nacionales consultado.

La siguen las gestiones de Clinton (1993-2001) y Obama (2009-2017), ambas con niveles cercanos al 50% de aprobación, y rezagadas aparecen las de los últimos gobernantes, Trump (2017-2021) y Biden (2021-), con saldos negativos de aprobación como no sucedía en Estados Unidos en mucho tiempo.

En el ámbito local, la que se destaca por sus niveles de aprobación es la gestión de Néstor Kirchner (2003-2007), con el 54%. Luego de esta, todas las gestiones subsiguientes presentaron índices decrecientes de aprobación, llegando a representar Alberto Fernández (2019-) con un 21% el índice de aprobación más bajo después del obtenido por De la Rúa (1999-2001) en el año 2001 de 12%.

En síntesis, lo que se aprecia en ambos países es un deterioro de las instituciones políticas que supera los límites partidarios. Incluso un outsider típico como Trump no logró sortear la suerte de los gobernantes de la coyuntura. Las demandas populares no encuentran respuesta frente a un sistema económico que concentra poder e impunidad y un ordenamiento institucional vetusto e impotente.

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