ECONOMÍA

José Gangi

José Gangi

Edición y Análisis de informes

Una de las principales promesas de campaña que catapultó a Javier Milei a la presidencia fue la de controlar la inflación y apuntalar el poder adquisitivo vía restricción de la emisión, liberalización del mercado y futura dolarización.

Sin embargo, tanto la liberalización de precios, cuyo objetivo central fue el de corregir distorsiones en los precios relativos de bienes y servicios y acompasarlos a las fluctuaciones internacionales, como la reducción de subsidios a servicios e insumos básicos generada con el fin de reducir el déficit fiscal y sincerar costos y señales del mercado, impulsaron los bienes nacionales a precios superiores a los internacionales, generando un nuevo marco de distorsiones.

Este panorama se complementó con otras medidas de mitigación del déficit y gran impacto real como el freno a la obra pública, la reducción de gran parte de las partidas nacionales, el incremento de ciertos gravámenes como el impuesto país y negociaciones salariales, tanto públicas como privadas, congeladas o sensiblemente por debajo de la inflación.

El resultado fue un incremento brusco de la canasta básica y de los costos de producción, atentando contra la competitividad nacional y el poder adquisitivo de los argentinos, lo que redundó en una retracción del consumo interno, un incremento de la pobreza y un importante parate en la industria que amenazan con impulsar un ciclo vicioso de desempleo y recesión. En síntesis, un cachetazo para la economía de a pie.

Frente a este marco, el gobierno nacional reafirmó la necesidad imperiosa de realizar estos sacrificios para ordenar la economía y se atribuyó resultados destacables. No sólo aseguraron haber logrado antes de lo esperado superávits gemelos y un incremento del financiamiento genuino en el mercado financiero, así como también de las reservas internacionales, sino que destacaron la rápida desaceleración de la inflación en un contexto de precios liberalizados.

Dejando de lado las advertencias y amenazas del ministro de economía a empresarios por los comportamientos sectoriales que atentan contra la persistencia en el tiempo del camino descendiente de la inflación, nos preguntamos por las expectativas, márgenes de acompañamiento y condiciones económicas de los ciudadanos de a pie en este marco de recesión de la economía real y fe oficialista en los resultados financieros y macroeconómicos de estas medidas.

Expectativas, ¿alineadas con el discurso oficial?

De acuerdo con el último relevamiento nacional de Consultora Delfos realizado en marzo a 1.983 personas, mejoran de forma significativa las expectativas, tanto generales como personales.

Frente a la pregunta por la situación del país durante este año, un 38% respondió que cree que mejorará respecto al 2023, un 9% que seguirá igual y un 48% que empeorará. Comparadas con las cifras de febrero, se distingue un crecimiento de las expectativas positivas de 11 puntos porcentuales (pp), traccionado casi en su totalidad por la disminución de los expectantes o dubitativos representados en la opción “NS/NC”. Dichas variaciones no afectaron en lo absoluto al bloque de pesimistas, que incluso insinúan haberse fortalecido.

En términos de expectativas personales, se aprecia un crecimiento de 6 pp de los creyentes en que este año su situación será mejor que la del año pasado, también impulsado por una reducción de la masa de expectantes o dubitativos.

Los márgenes de aguante

Como siempre decimos, más allá de las esperanzas y la voluntad de acompañar procesos, existen condiciones materiales que las condicionan. Es por esto que le preguntamos a los argentinos ¿cuán probable es que usted tenga dificultades para afrontar los gastos de este mes? y, teniendo en cuenta su situación económica familiar, ¿cuánto tiempo más podrían esperar una mejora?

Frente a la primera pregunta, se observa un crecimiento de 10 pp de la población que afirma que tendrá complicaciones para afrontar sus gastos este mes (72%), llegando nuevamente a valores similares a los observados en enero (75%). A la par, se aprecia un sinceramiento del porcentaje de población que generalmente observa las crisis, no las siente, en torno al 20%.

En lo que respecta al tiempo de aguante, un 35% afirma ya no poseer margen para esperar mejoras. Si a esta porción de la población le sumamos el 12% que dice poder aguardar mejoras sólo de 1 a 3 meses más y el 10% que se extiende hasta los 6 meses, se consolida un porcentaje de la ciudadanía cercano al 60% que le otorga un margen de acción máximo al gobierno nacional hasta septiembre.

Por otra parte, aquellos que afirman poder esperar de 6 meses a 1 año y que, en principio, se muestran más expectantes y cautos respecto de la gestión mileista, tampoco poseen condiciones muy favorables. Tal como surge del cruce de las variables, el 68% de dicha población asegura que tendrá algún tipo de dificultad para afrontar los gastos de este mes.

Reflexiones finales

Las expectativas oficialistas han logrado llegar a parte del público, particularmente a la porción de expectantes y dubitativos que seleccionaron a Milei en segunda vuelta, se desilusionaron y ahora comienzan un proceso de sinceramiento y retorno en las postrimerías de la luna de miel mileista.

Sin embargo, la precariedad de las condiciones económicas, tanto como la estabilidad y polarización del bloque opositor a la gestión oficialista cercano al 50%, atentan contra la sustentabilidad del vertiginoso camino de reformas propuesto por Milei y su equipo.

Si el Gobierno continúa por un sendero de corrección macroeconómica sin resultados concretos en la economía real que apuntalen el poder adquisitivo, garanticen mantener la espiral ascendente de desempleo apagada y mejoren las expectativas personales, la gran mayoría de los argentinos le dará vuelta la cara al gobierno en un corto plazo.

La fe tiene un límite: el hambre y la desesperanza.

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