SOCIEDAD

José Gangi

José Gangi

Edición y Análisis de informes

La soledad siempre fue un gran fantasma para la mayoría de los seres humanos. Se han dedicado miles de obras literarias a dramatizar lo insulso de una vida en soledad y el carácter más heroico que humano de ella. Sin embargo, a tenor de nuevos datos, parece que su trascendencia como temor, al menos en la sociedad cordobesa, está en decadencia.

De acuerdo con nuestra última encuesta, realizada del 14 al 20 de febrero en la ciudad de Córdoba, la soledad como temor existencial ha perdido 10 puntos porcentuales desde 2002 y ya no lidera el ranking de los principales miedos existenciales de los capitalinos.

Como pudimos observar en el gráfico anterior, se aprecia un crecimiento casi idéntico a la caída sufrida por la soledad por parte de quienes dicen no poseer ningún miedo existencial (crecieron 11 pp.).

Cuando analizamos el dato a la luz de la edad de los encuestados, nos encontramos con que los adultos mayores son el rango etario que menos temor le tienen a la muerte (7%), los que más afirman que no le temen a nada (33%) y, a su vez, los que le tienen más temor a la soledad (25%).

En términos de género, no se observan grandes diferencias salvo por el hecho de que las mujeres le temen 7 pp. más que los hombres a la locura.

Ahora, ¿Qué conclusión nos deja este pequeño recuento de datos?

En primer lugar, que el miedo a la soledad ha caído considerablemente en los últimos 20 años. Quizás uno de los factores más influyentes en este aspecto se encuentre relacionado a una de las facetas tecnológicas que más ha mutado en ese período para la práctica totalidad de la humanidad: las telecomunicaciones. El internet móvil, masivo y de calidad, así como la evolución de los dispositivos y aplicaciones, nos permiten tener al alcance de la mano y de forma continua el contacto con nuestros seres queridos, amigos y hasta desconocidos.

Por otra parte, también nos permite apreciar que la soledad es un temor que se intensifica hacia el final de la vida, incluso muy por encima del temor a la muerte. El disfrute de los últimos momentos de la existencia parece ser algo más relevante por lo que preocuparse que por la obviedad de la muerte.

La última conclusión es que no existen grandes diferencias entre hombres y mujeres en lo que a temores respecta, salvo por el ya mencionado caso de la locura.

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