POLÍTICA

Norman Berra

Norman Berra

Líder de proyectos

Contando aliados de ambos lados de “la grieta”, en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 12 de septiembre pasado el Frente de Todos (FDT) rozó el 32% de los votos vs 40% de Juntos por el Cambio (JXC). Las primeras encuestas posteriores a las PASO no muestran diferencias estadísticamente significativas: el FDT oscila entre 31% y casi 30% según el último estudio nacional de Zuban Córdoba (gráficos arriba y abajo), mientras que JXC ronda el 41% (gráfico abajo).

En la misma línea, según la encuesta más reciente de Synopsis el FDT ronda el 29% (gráfico abajo). La principal diferencia entre ambos estudios reside en que según Zuban Córdoba el voto castigo al oficialismo ronda el 47%, mientras que para Synopsis oscila alrededor del 66%.

Tampoco se advierten matices sustantivos respecto a la retención del caudal obtenido en las PASO: el 87,2% de quienes votaron al FDT dice que mantendrá su voto en las generales de noviembre, mientras que casi 94% de quienes se inclinaron por alguna de las fuerzas opositoras dice lo mismo (gráfico abajo). La brecha de 6,5 puntos porcentuales no resulta estadísticamente significativa a este nivel, como tampoco lo es la brecha de 3,1 puntos porcentuales entre quienes votaron a la oposición y ahora se inclinarían por el FDT y quienes actuarían en sentido inverso.

Profundizando en el análisis, Management & Fit reporta que el 75% de los electores (esto es, 3 de cada 4) no está dispuesto a cambiar su voto e indaga en la posibilidad de cambio de voto al interior de cada sello. En este caso, JXC saca una ventaja de 11,2 puntos porcentuales de retención respecto al FDT (85,3% vs 74,1%, respectivamente). Sin embargo, el oficialismo podría descontar parte de esa brecha si capta parte del voto a la izquierda, ya que casi 49% de esos electores dicen que están dispuestos a cambiar su voto en noviembre (gráfico abajo).

En este marco, las posibilidades de cambios más sensibles en las tendencias hacia noviembre pasan por la variable participación electoral. Según M&F, en las generales de noviembre votaría un 77,2% (gráfico abajo). Esto implica unos 11 puntos porcentuales por encima de los que efectivamente participaron de las PASO (alrededor del 66%) y una masa potencial superior a los 3 millones de nuevos electores.

El oficialismo se aferra a una hipótesis: mientras que JXC obtuvo en las PASO un resultado similar a sus techos del 2017 y 2019 (en torno al 40%, entre 8 y 9 millones de votos), el FDT estaría más cerca del piso, por lo cual tendría más terreno para crecer. Alimentan esa hipótesis algunos datos duros del 12 de septiembre: los 15 circuitos electorales de más baja participación en las primarias son del tercer cordón del Gran Buenos Aires (GBA), donde en 2019 el FDT le sacó a JXC una ventaja promedio de 55 puntos porcentuales, mientras que en 2021 la brecha se redujo a 25 puntos. En la misma línea, un análisis de 100 mesas electorales de colegios radicados en zonas muy pobres del país permite detectar que el FDT cedió votos respecto a 2019 y también contra 2017 (sumando el caudal de Unidad Ciudadana, massismo y PJ aliado). En 2019 ganó en el 86% de esas mesas seleccionadas, mientras que en las PASO 2021 ganó en el 51%.

Es cierto que en los turnos electorales de 2015 y 2019 sucedió lo contrario: entre las primarias y las generales creció más el voto antiperonista y antikirchnerista, pero en esas dos ocasiones el espacio pan justicialista había obtenido la primera minoría, mientras que ahora sucedió lo contrario. Si efectivamente late en el electorado argentino una polarización que tiende a evitar la hegemonía y ahora podría buscar un contrapeso al mapa de predominio amarillo de la PASO 20121 como en 2019 buscó balancear el mapa teñido de azul de las PASO 2019, entonces la hipótesis de remontada oficialista no sería descabellada. ¿Cuál sería el techo hasta el que podría trepar el FDT capitalizando una reacción “anti-Cambiemos” de ese tipo? Una pista la brinda Zuban Córdoba, que cifra en casi 44% el “anti macrismo” a nivel país (gráfico abajo). Si el FDT logra una recuperación de esa magnitud, el resultado de noviembre quedaría en zona de empate técnico.

Fuera de esa aspiración de máxima, el oficialismo tiene un objetivo módico: reducir la brecha de 8 puntos porcentuales que obtuvo JXC, recuperando una buena parte de los casi 4,3 millones de sufragios perdidos respecto de los comicios de 2019 en el tramo de diputados nacionales. ¿Cuánto es lo razonablemente recuperable, dados los antecedentes electorales?: unos 2,5 millones de votos, que es lo que el FDT resignó el 12 de septiembre respecto a los que sumó en las PASO 2017 Unidad Ciudadana + el massismo + el PJ aliado. En la misma línea, apostaría a dar vuelta la derrota de las primarias en algunas provincias (entre ellas, La Pampa) y recortar la brecha en otras (Chubut) con el fin de mantener la actual mayoría propia en el Senado de la Nación. ¿Qué sucedería, en cambio, si el turno definitivo de noviembre arroja un resultado similar al de las PASO?

En ese caso, el FDT podría conservar la primera minoría en la Cámara de Diputados por una diferencia mínima respecto a JXC (que mantendría su bancada, dado que pone en juego más escaños que el oficialismo), pero quedaría más lejos de formar quórum, con la complicación adicional de que la bancada de las fuerzas distritales se debilitaría en favor de un avance de la derecha (Avanza Libertad) y el Frente de Izquierda, que son a priori dos fuerzas menos proclives a la negociación parlamentaria (gráfico arriba). En el Senado, el cambio sería más sensible, dado que la merma en el FDT se traduciría en un avance simétrico de JXC que dejaría a la fuerza opositora a sólo un escaño del oficialismo en la Cámara Alta.

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