NOTA DE OPINIÓN

El sociólogo brasileño Jessé Souza, en su obra El Pobre de Derecha, describe el llamado “síndrome del Joker” como un fenómeno social y psicológico en el que sectores excluidos y humillados acumulan resentimiento, pero en lugar de dirigirlo contra las élites responsables de la desigualdad, lo redireccionan hacia otros sectores vulnerables.

Esta dinámica, sostiene Souza, explica por qué amplios grupos populares terminan apoyando proyectos políticos y económicos que refuerzan su propia exclusión.

En Argentina, la elección de Javier Milei como presidente en 2023 puede leerse en clave de este síndrome. Lejos de ser un hecho aislado, representa la canalización de un malestar profundo hacia la “casta política tradicional”, vista como corrupta, ineficiente y privilegiada.

El discurso de ruptura propuesto por el actual presidente ofreció venganza contra la “casta política” a gran parte de la población —particularmente sectores medios y bajos golpeados por inflación, precarización y falta de movilidad social—prometiendo un futuro organizado en torno a principios meritocráticos.

Resentimiento acumulado

El Joker simboliza la humillación repetida de los excluidos. En la película, se trata de un personaje golpeado por un sistema que nunca le da lugar. Souza traslada esta idea a la sociedad: la desigualdad estructural genera un resentimiento que, si no encuentra salida política emancipadora, se convierte en rabia ciega.

En Argentina, tras años de crisis económica, inflación crónica y promesas incumplidas, gran parte de la población sintió una humillación similar. El relato de “la casta” que viven del Estado mientras “el ciudadano de bien” se empobrece, encontró un terreno fértil en ese sentimiento de bronca y decepción acumulada.

De la bronca a la expectativa

Según Souza, el “síndrome del Joker” implica un desvío de la rabia: los “pobres” no apuntan contra las élites que concentran riqueza, sino contra otros grupos vulnerables.

En Argentina, esa lógica se tradujo en el enojo contra beneficiarios de planes sociales, sindicatos, el Estado como aparato burocrático y los propios políticos tradicionales.

Milei logró encarnar la idea de que “el enemigo” no eran las élites económicas, sino una clase política parasitaria que había “robado el futuro”. Así, usufructuó y construyó consentimiento popular transformando el resentimiento popular en odio que volcó hacia abajo y hacia los costados, pero no hacia arriba.

Para Souza, “el pobre de derecha” asume los valores de las clases dominantes —meritocracia, individualismo, desprecio por los “vagos”— como una forma de sentirse simbólicamente superior a quienes percibe “más abajo” en la jerarquía social.

En la Argentina de 2023, muchos votantes adoptaron el discurso mileísta de que “cada uno debe arreglárselas solo” y que “el que fracasa, es porque no se esforzó lo suficiente”, profundizando la fragmentación social y el individualismo.

Este relato, profundamente neoliberal, fue asumido incluso por sectores que históricamente dependían del Estado para sobrevivir. Se trató de un acto de identificación aspiracional: la ilusión de que, con esfuerzo, podían dejar de ser parte de los “perdedores” y ascender en un nuevo orden social.

La consecuencia política

El resultado del síndrome del Joker es una base social para proyectos regresivos. El resentimiento genuino, en vez de transformarse en una demanda de justicia social, se convierte en apoyo a medidas que refuerzan la exclusión.

El voto a Milei expresó exactamente esto: la canalización de la frustración hacia un discurso antisistema que no cuestiona la estructura de concentración económica, sino que promueve un ajuste radical en nombre de la moralidad, la disciplina y la meritocracia.

El “sacrificio de hoy para progresar mañana” fue asumido por sectores que, paradójicamente, son los más golpeados por esas políticas.

El paralelismo entre el “síndrome del Joker” de Jessé Souza y la elección de Milei en 2023 es claro: en ambos casos, la bronca de los humillados por un sistema que les faltó el respeto como personas sociales, no se orienta hacia quienes concentran el poder económico y perpetúan la desigualdad, sino que se desvía contra otros vulnerables y se canaliza en discursos de derecha.
Entonces, el desafío político será construir narrativas capaces de repolitizar ese resentimiento, mostrando que la verdadera causa del sufrimiento es moral, estructural y colectivo.

Solo así se podrá romper con el círculo vicioso que transforma la humillación en sumisión y el enojo en legitimación de proyectos regresivos.

El problema es que el país se enfrenta a otra inminente frustración política de “los humillados”, al decir de Souza, en caso que Milei no modifique el rumbo de su política de gobierno y entienda que el problema es el día a día de los argentinos.

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